jueves, marzo 30, 2006

Querido Antonio

Una cena estupenda al borde del mar. Un paseo, una noche de blanco satén.
Un despertar rápido. Una carrera. Un tren que se pierde. Y otro que se encuentra.

30 euros más de viaje de Málaga a Madrid y una experiencia nueva.

A mi lado Antonio, camino de una estación en mitad de la mancha. Tatuajes caseros en sus desgastadas manos. El olor de la noche golfa en su cuerpo. Los nervios de quien se despide de un fin de semana de verano. Sin saber hasta cuándo.

Antonio va a encerrarse entre cuatro paredes con rejas al penal de Herrera de la Mancha. Hace muchos años entró en una tienda de muebles con un cuchillo... Robo con intimidación. Y a reflexionar a la sombra.

No he estudiado nunca la población carcelaria, pero creo que allí hay dos clases de hombres: los que no han tenido suerte en la vida y los cabrones. Mi padre siempre me ha dicho una frase al respecto: "Odia el delito y compadece al delincuente". Creo que la dijo Concepción Arenal.

Antonio, escribo este texto, consciente de que probablemente nunca lo leerás, pero como reflexión personal. Ni tampoco tienes ni idea de quién es Concepción Arenal. No me compadezco en el sentido negativo. Creo que la cárcel cumple una función. Y también creo que es imperfecta. Con esto no está dicho todo, ni mucho menos. Pero no pienso en la cárcel si no en la gente como tú...

Antonio va sentado a mi lado en el tren. Yo voy al trabajo. Tarde. El tren en el que debería ir ya ha llegado a Madrid. Pero este segundo resulta inquietante.

Antonio me cuenta su fin de semana. En casa de su madre. Encerrado la noche anterior al viaje para que no haga tonterías. Todos quieren que cumpla con su deber y vuelva a Herrera el lunes por la mañana antes de la una de la tarde. Pero se fuga. Se encama con una fulana. Se prepara para la sequía. Sale por la ventana. Va. Vuelve. Vuelve a salir.

Por la mañana las prisas, las carreras y casi pierde el tren. Lo que significaría un retraso y al final la cancelación del próximo permiso. El desastre.

El desastre porque lo único que le da la vida a Antonio son los momentos fuera. Dentro hay amigos, pero no donde quieres que estén. Dentro tiene cosas que hacer, pero no le sirven.

Antonio ha perdido varias cosas, la firmeza en su voluntad y el miedo a sus actos. En prisión ha aprendido a malear, a trapichear y a sobrevivir. Ahora recorre los últimos metros sin miedo. Con una ilusión escondida de quien va cumpliendo poco a poco su condena. De quien está decidido a terminar.

El tren llega a Herrera. Yo sigo a Madrid. Antonio se baja. A él le esparan cuatro paredes. A mi otras cuatro. Muy diferentes. Y muy parecidas. Cada uno elige las paredes que le encierran ¿Seguro?

Prefiero pensar que es así. Igual que no quiero creer en el destino. Antonio, machote, aunque no leas nunca este texto, no te canses. Cada día escribes tu destino.

Un abrazo

Cacheche

lunes, marzo 27, 2006

cacheche te da la bienvenida


un hombre sale de la cárcel. ha pasado unos meses duros entre cuatro paredes y por fin ve la luz. Va a ver a su familia. Su mujer le espera y junto a ella, un niño de unos 5 años. El le coge en brazos y le dice "¿Qué pasa Cacheche?"