lunes, abril 16, 2007

mover un tronco y la vida


Hola,
tan pretencioso como primitivo... Depende de cómo se lea, este comentario puede resultar simplón y pueril, pero habla mucho de las cosas que nos pasan todos los días.

Cuando era pequeño, aunque no tanto como para no acordarme, mi madre me dijo que era un abúlico y que sería un abúlico toda la vida. Fue una sentecia de septiembre, con las mates -como siempre- cateadas y con la responsabilidad pendiente-de-tomar-cuerpo.

Digamos que pasaba un poco de todo. Nunca he tenido una gran capacidad de atención (es lo que comunmente se llama idiotez juvenil). El caso es que para mi madre era un ser vago al que las derivadas y las integrales le importaban mucho menos que la música, los amigos y los desvaríos.

Con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que aparte de ser abúlico lo que pasaba realmente es que que era un inmaduro. No era consciente de mi deber en el mundo, que obviamente por aquel entonces era estudiar matracas.

Ayer, mientras me daba un paseo en pijama (?) al lado de la orilla del río, mi madre me dijo habría que move un tronco a esa zona... ¿Mover un tronco de unos 80 kilos de una zona a otra? El objetivo no era hacerme reducir michelines-donetes ni ponerme a prueba, era "poblar" con algo de gracia una zona de la pradera. Ni siquiera había dicho que lo hiciera yo. Simplemente que habría que moverlo para dejar esa zona más agradable.

Cuando vi el tronco, me pareció una tarea complicada para una persona, pero quise probar qué tal sería moverlo. Empecé a empujarlo y me di cuenta de que no era demasiado duro.

La distancia era de unos 100 metros, sorteando árboles y con la tracción que pueden darte unas zapatillas de hotel. Lo moví dos metros y mi padre me dijo que esa era una tarea para hacer entre varias personas.

Los que me conocen saben que soy tan cretino que no hay nada mejor como decirme que algo no se puede hacer para que lo haga. Tengo mi propio chiste sobre mi mismo: "Cómo hacer que un cacheche vuele? Diciéndole que es imposible" Ni puta gracia tiene, pero es verdad. Soy una mezcla entre cabezota y gilipollas.

El caso es que me puse a mover el tronco y cuando iba por la mitad, el peso de la mala vida, los michelines y la humedad de los pies hicieron presencia de golpe. Pies mojados del rocío, espalda dolorida y la visión de lo que me quedaba por mover.

Me separé un par de metros del tronco, lo miré. Pensé: "luego pido ayuda y lo remato". En ese momento me acordé de aquel desayuno de septiembre. Me ha venido muchas veces a la mente. Muchos momentos en los que tenía que decir: macho no me seas abúlico, joer.

Ese pensamiento no aparece siempre. Y creo que si lo hubiese tenido más presente a diario, yo sería un tío más serio, más formal y mi vida habría ido por otros derroteros. No obstante, confío en invocarlo con más frecuencia y en los momentos importantes.

Alabo mucho a los que tienen esa fuerza mental de elefante para seguir las cosas y acabarlas. Ahora tengo agujetas, pero pienso en el tronco y sonrío ¿Has pensado cuál es tu tronco? ¿Eres capaz de moverlo hoy? El mio (entre otras cosas) era escribir este comentario.

Ya está. Feliz día!

un abrazo

cacheche

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Cacheche. Me encantaría saber qué pasó en ese desayuno de septiembre. Como te puedes imaginar soy tía, porque la curiosidad me mata. Esto es como un culebrón pero con un toque de intelectualidad.