sábado, junio 23, 2007

sueños I

Se acostó tarde. Tenía una hora larga para coger el tren. El dilema era si dormir o aguantar despierto en la madrugada.

La fuerza del sueño, la confianza en su capacidad para levantarse o su ingenuidad le cerraron los ojos. Antes había programado un despertador de su móvil.

De repente antes siquiera de despertarse, supo que se había quedado dormido. Entonces abrío los ojos poco a poco y miró el reloj. Efectivamente. Una hora más de sueño le habían alejado de aquel tren.

Era la segunda vez que perdía un tren. Otras veces había perdido un avión. Pero esta vez la situación fue distinta. No sintió una desazón especial. No había mayor problema.

Cogería el siguiente sin problemas. Nadie le esperaba. Nadie le podía decir nada.

Se lo dijo a sí mismo. Pero fue un decir con una sonrisa: "nunca cambiarás"

Se vistió, bajó a la calle y se metió en el primer taxi. Llegó a la estación, compró su billete y se subió al tren. Al sentarse en su asiento sintió esa pequeña superioridad de quien se sobrepone a los contratiempos.

Recordó una frase de un amigo: "En esta vida pasan muchos trenes, y si el primero que pasa es bueno ¿por qué no lo vas a coger?". En efecto. Durante las últimas semanas pesaban sobre su cabeza muchas dudas.

Aquel trabajo. Su novia. Sus obligaciones. La necesidad de conocimiento. Esa curiosidad por aprender. Los retos que tenía. Una cita de Homero le recordaba la necesidad de crecer: "Llega a ser quien eres"

Se asomó por la ventanilla mientras el tren se movía cada vez con más velocidad. Se imaginó su vida en ese tren. Su retraso... Y se preguntó ¿quién soy yo? Somos lo que decidimos. Somos el carácter.

Tenía la sospecha de haber estado excesivamente influido por el resto. Sin embargo, la pérdida del tren le había recordado una parte esencial: no cojo este tren pero si el siguiente. Tenía la sensación de que debía explicar o justificar su vida. Sin embargo, no tenía ningún malestar.

Aun no entendía muy bien en qué consistía, pero tuvo una sensación de confort y confianza. Se recostó en su asiento. Cerro los ojos y soñó.

Cuando un hombre está tranquilo, sus sueños son tranquilos

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