miércoles, julio 02, 2008

París

El repartidor de cuentos
París

- Me voy a París. Tengo una reunión de trabajo
- Qué bien. Qué suerte. Es la ciudad del amor
- La ciudad del amor es aquel pueblecito donde conocí a la madre de mis hijos

Qué raro resulta todo cuando estás tranquilo. Ves las cosas con calma. Como desde el cielo.

¿Será que la verdadera vida empieza a partir de la muerte? ¿El principio empieza en el fin?

Recordaba aquel cuadro en el psiquiátrico donde esta su hermana: "Lo que para el gusano es el fin del mundo, el resto del mundo lo llama mariposa"

Estos pensamientos no le parecían profundos. Ni siquiera pensar que en algún momento tendría que abandonar su cuerpo.

Se quedó pensando en París. Todas las historias que había conocido esa ciudad. Se imaginó un archivo con una clasificación de todas las cosas que habían pasado: lo peor, lo más triste, lo más cruel, lo más bonito, lo más auténtico, lo más divertido, lo más raro.

Historias ordenadas por impacto. La carpeta con lo más cruel empezaría con una historia de tiempos de la revolución francesa y terminaría con el pisotón de una hormiga que un niño hizo ayer tarde.

Agarró la carpeta con lo más triste y empezó a leer. Pensó que si entendía la tristeza humana sería capaz de ayudar a Luis. Luis.

Luis no era francés. Ni siquiera había estado en París, pero lo estaba pasando mal. Estaba realmente triste. No era capaz de pensar en otra cosa más que en la tristeza de Luis.

Alfonso abrió el libro con las historias más tristes de París y empezó por el final. La primera historia había ocurrido ayer mismo: una viejecita perdió la llave de su casa y estuvo dos horas intentando localizar a su familia. El calor de las calles del barrio latino sacudía todos y cada uno de sus 78 años. Ahora estaba tumbada en la cama con grandes ruedas de la habitación 304 del hospital Val de Grace. Recuperándose y sin parar de llorar.

(Continuará)

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