jueves, julio 03, 2008

Siri

el contador de cuentos: Siri

Siri estaba todo el día comiendo chicle. Era lo único que hacía bien.

Nunca había dado una en la vida.

No fue capaz de mantener a su familia unida. Nunca dio ni una sola alegría. Mal estudiante. Trasto. Feillo. Sin gracia. No era el hijo del que las mamás presumen en el mercado.

Se alistó y le acabaron echando del ejército. En realidad se echó él sólo. Sabía que saltarse las guardias no iba a ningún lado. Desde que se le atragantó primero de bup había ido de mal en peor.

Ni siquiera tenía buenos amigos. Gente del barrio, que a fuerza de verse, se habían hecho conocidos con forma de amiguetes.

Su única fuente de ingresos eran los 20 euros al día por repartir publicidad en los coches. Con la crisis también se notaba que había menos trabajo. Incluso los folletos eran más cutres.

Menos mal que gastaba poco. No había sido capaz ni de darse a las drogas. No tenía dinero para comprarlas y no tenía valor para robar o atracar a nadie. Simplemente comía chicles y se alimentaba prácticamente del aire.

Caminaba con sus vaqueros marrones gastados y sucios y la camiseta de Castrol. En una mano la publi que iba colocando en cada coche. Al otro lado de su cuerpo descarbado, colgando del hombro, tenía la bolsa con el resto de folletos. Por delante toda la calle Francisco Silvela y manzanas de alrededor.

Limpia, publicidad, siguiente coche, limpia, publicidad, siguiente coche, limpia, publicidad, siguiente coche...

Cada cien coches había alguno ocupado que debía evitar. En el resto iba dejando los folletos sin pensar en nada. Simplemente comiendo su chicle. Esperando a que se acabara el taco. Sin prisas. No había otra cosa que hacer.

(Continuará)

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