lunes, julio 21, 2008

El despertar de Siri

"La felicidad consite en tener algo que hacer alguien a quien amar y algo que esperar"
Benjamin Franklin

El contador de cuentos
El despertar de Siri

Cuando uno no tiene muy claro para qué está en el mundo despertarse es mucho más duro.

Les pasa a los que tienen una tristeza muy grande. Les pasa a los que tienen una gran resaca. Les pasa a los que nunca les ha salido bien nada. Y le pasa a Siri. Al menos le pasaba cuando le conocí.

Escuchó los ruidos normales de la calle en julio. Por la persiana de madera entraba algo de luz. Era una persiana antigua y pesada y a fuerza de los años se había convertido en una pared más. Con agujeros. La luz empezó a calentar la habitación. Entre el calor, los ruidos y la luz Siri se despertó.

- Sigo viviendo en este cuartucho. Sigo teniendo las mismas sábanas amarillentas. Sigo siendo un tío flaco y feo. Sigo teniendo que ir a buscar un trabajo cada día.

No obstante, una inercia le hacía levantarse.

Dicen que la personalidad se acaba de fijar entre los 3 y los 7 años.

Siri no recordaba muy bien que había pasado ni qué había hecho durante estos años, pero si sabía que algo le hacía levantarse.

Seguramente, una llamada al orden de su madre. Algún tío que le intento de inculcar disciplina. Un profesor tal vez.

Era evidente que no era un ejemplo de orden ni de nada. Pero tenía algo aún. Una semilla de persona. Una neurona o una unidad mínuscula de responsabilidad que le impedía desparramar totalmente.

Su angel de la guarda cuidaba celosamente de esa unidad. Era su única esperanza. Era la que le levantaba de la cama y le hacía asearse un poco e ir a buscar algo con que ganarse el pan.

No era un personaje de anuncio de special K. Tampoco la imagen de un joven que compra una casa. Era Siri. Un tío flaco y feo, con unas pintas claras de blandura y dejadez personal. Pero con una unidad de responsabilidad.

Su intuición le decía que tenía que seguir. Eso ahuyentaba cualquier tentativa de quitarse la vida. Esperaba algo.

Se vistió, cerró la puerta y salió. Se metió un chicle en la boca y echó a andar.

Como un animal más de la sabana que va buscando su alimento diario.
(continua)

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