Rabrindanath Tagore
Hay un anuncio que me gusta mucho sobre MasterCard en el que se ve a unos niños jugando al fúbol en la calle. Están a punto de romper una farola, una ventana... y al final en la celebración de un gol, el niño protagonista rompe una maceta con la mano.
Cómo no ser indulgente con ese niño.
Cuando era pequeño rompí una vez de un balonazo un ventanal de la casa de sanes. No me cayó el puro del siglo ni tampoco hubo ningún problema más allá de un “¡por aquí ya no juguéis más! (mamoncetes)”
Si llego a ser un rebelde y a seguir, me podría haber quedado sin balón o sin postre (¿?)hasta que aprendiera. Pero si no cejo y sigo dando muestras de que lo que me gusta es tocar las pelotas al personal, me merezco un tratamiento especial. Más atención y, probablemente, más castigo.
Nunca más volví a romper un cristal y no creo que sea mejor o peor desde entonces. Mis padres no han sido especialmente indulgentes con nosotros. Nos hemos llevado algunos azotes, cachetes y algunos de mis hermanos incluso un remojón. Pero creo que , en general, hemos aprendido bien los valores.
Anoche me vine a Soria, desde donde escribo mirando la curva del río, y en la cena discutimos sobre las elecciones, eta, la revista “el jueves” y todo lo que está pasando en este país.
Mi postura al respecto es similar. Cuando un niño comete un fallo, se le dice pero no hace falta castigarle severamente. Cuando un niño es un hijoputa hay que ser implacable hasta que entienda que ese no es el camino. Y hay que ser muy inteligente para saber cómo castigar con eficacia.
Lo que pasa en el mundo hoy es que la gente busca el límite hasta que sale en los periódicos, hasta que consigue destrozar y humillar a los demás, hasta que se carga la jornada de reflexión. Y la sociedad no está tan unida. O no hemos estado juntos en ninguna guerra mundial, o tenemos la civil demasiado cerca. O no queremos olvidarla.
Otros países como Reino Unido, Francia o Estados Unidos se convierten en una piña en cada agresión. España, aquí también, es 'different'.
Siempre he oído y leído que –psicológicamente- hay que saber matar al padre en un momento dado para progresar como persona. Pero cuando la desaparición no es natural y voluntaria. Es un robo.Ayer dos 'ladrones' descerrajaron su arma en Isaías Carrasco, delante de su mujer y su hija mayor. A esa niña le han robado el padre. A esa mujer, el marido. Y nos roban a todos la confianza. Pero nos unen un poco más.
Con un niño te puedes sentar y explicarle que eso no se hace. Con un hijoputa que mata porque cree que está liberando a su país, no. O unos que por sistema van contra el sistema, a pesar de beneficiarse constantemente de él, las medidas deben ser otras. Con ese tipo de ladrones no valen prendas.
Mi último pensamiento anoche fue para las hijas de Isaías. Esta mañana es para esos ladrones. Que acabarán en la cárcel. Y que espero que todo el asco que me dan, se convierta en vergüenza hacia quienes creen que esa es la forma.
Esta mañana he leído en el periódico una frase de un programa que se llama “no disparen al pianista” de La 2: “Si queréis estar sanos, no dejés de escuchar música: la gimnasia del alma”. Hoy más que nunca. Lo necesito.
Un abrazo para la familia de Isaías y todos los que hoy tenemos menos capacidad para sonreir
Cacheche
PS: http://www.youtube.com/watch?v=mz4dpbk8YBs
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