"Santino, ¿Qué te sucede, eh? Nunca digas lo que realmente piensas delante de gente que no conoces."
El Padrino
El tratamiento del usted tiene varias fases.
Cuando eres un niño recién nacido la gente te llama de usted. Se cree que es muy gracioso. A mi último sobrino le llamamos el subsecretario porque tiene pinta de tío importante.
Cuando empiezas a ser un niño, algunos te llaman de usted pero la gran masa te llama de tú. Así estás unos 15 años. Nadie más te llama de usted (salvo que vayas a un hotel cinco estrellas, que aunque tengas diez años te llaman de usted. Ver Hotel Real Santander)
Al pasar entre los 18 y los 25 años, los niños pequeños empiezan a llamarte de usted. Son momentos duros. Porque está claro que aunque sigues teniendo cabeza y pintas de llamarte de tú, para ellos ya eres un p. viejo.
El grado más duro viene después. Cuando llega un día en que tooooooooooooodo el mundo te llama de usted. Mayores, pequeños, medianos y hasta tu perro te mira como un señor.
Como a todo. Te acostumbras. Asumes que ya no hay vuelta atrás. Que ni harley ni pelos largos ni juergas. Ya estas institucionalizado como un "mayor".
Entonces llega el momento duro: compras un difusor para la paellera y después de varios intentos, te das cuenta de que tienes que ir a la ferretería del barrio donde lo compraste a cambiarlo.
El vendedor, un empresario de éxito o un tendero, según la época y el entorno en que se mire, te dice: "Lo siento chico. No te puedo devolver el dinero. Te doy un vale". Y se viene todo el sistema abajo.
Te acuerdas de tu afición por comprar en el barrio y la madre que la parió. Que en El corte inglés te lo cambian aunque lo hayas usado y tenga restos de arroz pegados. Que el vendedor no dice "chico" ni para vender patines de niños de 8 años y que el que inventó la expresión "lo siento chico" se podría haber tatuado la expresión en salva sea la parte.
Y decides: ¿pongo una reclamación como haría un "usted" o asumo mi derrota y me llevo el vale como haría un "Tú"?
Me da pereza tener que reclamar en todas las tiendas. Y el hombre no tiene la culpa de ser un gilipollas. La culpa es de sus padres por conocerse. Al fin y al cabo no es tan difícil gastarse 19 euros en material de ferretería de barrio. En un milisegundo me imagino un armario forrado de bombillas. Se enciende una luz en mi cabeza y pienso en el tiempo que tengo para vivir y las ganas de discutir.
Me quedan 19 euros para ir a esa ferretería. Después Mi "usted" no volverá por ahí. Esta tarde me paso y como esté de rebajas... ¿a que me hincho a tornillería?
Me acuerdo de una clase de la carrera sobre tipos de clientes: Los que se quejan y se quedan. Los que se quejan y se van. Los que no se quejan y se quedan. Y los que no se quejan y se van. Que son los peores para un negocio... Hoy soy de éstos últimos.
En plan Clint Eastwood, con 3 killos de tornillos encima, le miraré a los ojos y le pondré cara de "Usted lo ha querido".
Un abrazo
Cacheche
PS: El respeto es el respeto
jueves, enero 15, 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario